03 diciembre, 2015

Hoy fue un día cualquiera


Hoy es un día cualquiera. Me levanté y fui a trabajar a la oficina como todos los días. Tomé la misma ruta en el auto, dí vuelta en las calles de siempre, observé a las mismas personas en el semáforo pidiendo dinero a cambio de limpiar los parabrisas. Como muchos otros días, hoy me quiero ir de nuevo. Hace un año que volví y que he permanecido en esta ciudad casi estático. A estas alturas los colores, olores y sabores que tenia tan frescos en mi cabeza empiezan a fundirse unos con otros formando una nube borrosa de lugares a los que quiero regresar. Necesito volver a perder la noción del tiempo y que toda la semana pierda el nombre. Ya no quiero saber de las promociones en la plaza comercial o del último incidente en las calles, mucho menos del resultado del último partido de fútbol. Quiero volver a olvidarme del mes en el vivo. Quiero levantarme sin un plan en mente y que lo único importante sea decidir que hacer en ese instante. No quiero saber dónde voy a dormir cada noche ni como voy a llegar a la siguiente ciudad. Quiero sentir de nuevo la emoción de no saber que me espera al bajarme del siguiente autobús, del siguiente barco, del siguiente tren. Necesito estar lejos de todo lo que conozco para saber que a cada paso me espera algo totalmente nuevo.Quiero conocer lugares que me marquen para siempre, que se queden y me hagan cambiar de manera profunda aunque yo me vaya. Quiero adaptarme a costumbres raras, nuevas para mí. Olvidar ese cubo de cuatro paredes en donde únicamente se almacenan cosas que, al final, no necesito. Y es que quizá no me guste formar mucho tiempo de algo, no sé. Es posible que la necesidad que siento de estar en muchos sitios al mismo tiempo, esa ansiedad de siempre seguir moviéndome, es la culpable de que no tenga especial arraigo por un lugar concreto. No necesito tener un camino aprendido en el que me sepa de memoria cada semáforo, cada tienda, cada esquina. para ser feliz. No recuerdo que pasó un día cualquiera de hace un mes en la oficina, y no me hace falta. Pero hay recuerdos que no se van nunca y son esos momentos únicos, imborrables. Ya me hace falta estar un sitio donde sé que tal vez no vuelva nunca y por lo tanto me haga mantenerme enfocado, alerta constantemente.


Para muchos estoy loco, soy irresponsable e imprudente. Otros se alegran y piensan que en el fondo quisieran irse conmigo, romper con su vida y empezar otra. Para mi, quedarme quieta en un mismo sitio mirando como pasa el tiempo es renunciar a todo lo que no conozco, a un mundo de experiencias, personas, conocimiento que está allá afuera esperando a que alguien lo tome. Como escuché decir hace poco, soñar despierto es una carga difícil de llevar. Pero todos aquellos que sentimos esto somos prisioneros de la misma ansia de libertad constante, permanente. Sufrimos el síndrome del eterno viajero que es la sensación de no estar a gusto en ningún sitio porque queremos estar en otros. Es la ansiedad que sentimos al pensar que probablemente nunca seremos felices en un solo lugar. Es la necesidad de querer que cada día no sea un día cualquiera.


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La primera es una una fotografía tomada en la zona arqueológica de Tula, en Hidalgo, de las ruinas de una de las primeras construcciones agustinas del valle. 

La segunda es una fotografía de Diana en el Valle de Khumbu, en el camino al Everest, hace más o menos un año. 

La tercera es una fotografía de los muelles o ghats de la ciudad sagrada de Varanasi al amanecer.