Las personas somos como los gatos,
tenemos una vida echa de muchas vidas. Nuestro paso por este planeta no es más
que una colección de pequeñas vidas únicas, irrepetibles, que van llenando
nuestro álbum personal sucesivamente. Nadie sabe con certeza donde termina una
vida y empieza la otra, lo que sabemos es que efectivamente existen. Diferentes
para cada quien, largas o cortas, aleccionadoras o trágicas, nuestras pequeñas
vidas se suceden una tras otra formando un largo (o no tanto) hilván que
resulta nuestra existencia.
Toda la vida, valga la expresión,
nos han dicho lo contrario: vida solo hay una, pero en el fondo sabemos que esto
no es cierto. Estamos seguros que estos dichosos fragmentos son reales porque
podemos sentirlos, respirarlos, saborearlos, cerrar los ojos y vivirlos. Ahí
están, en las yemas de los dedos, casi los tocamos. Casi.
Nuestras vidas se parecen mucho a nuestros
zapatos. Son lo que caminamos cada día. Los usamos, los gastamos, los apretamos
y aflojamos, y cuando ya no dan más, cuando ya no pueden dar un paso más sin
descocerse, es necesario encontrar unos nuevos. No nos queda de otra. No es un
momento que nosotros elegimos, sino que está definido por el tipo de calzado,
por el tipo de vida. Hay vidas que duran mucho porque están bien hechas, son
fuertes, o les dimo poco uso. Otras no tanto. Pero lo que es seguro es que en
algún punto, al menos una vez, aunque sea porque el pie nos ha crecido,
tendremos que cambiar de zapatos.
Pero al final siempre nos
preguntamos ¿qué son esos trozos de vida? La respuesta puede ser simple para
algunos, incomprensible para otros, una pendejada para unos más.
¿Años? ¿Mudanzas? ¿Empleos? Para
nosotros la vida es una colección de piezas ensambladas que guardan, cada una a
su modo, recuerdos, momentos, experiencias, lugares, objetos, personas, y etapas.
Vidas y muertes. Una a una, nuestras vidas se entrelazan con las de otros, se
separan de algunas más, se fusionan entre ellas y se multiplican en algunos extraños
casos. Ordinariamente, con cada vida nos transformamos, mutamos en un sujeto diferente,
aunque, por insólito que parezca, a veces nos mantenemos anclados, aferrados a
un punto, temblando de miedo. Ésta vida pues, coincidimos, está hecha de
partes. Y cada pieza forma el conjunto.
Hoy, sin saber cuántas llevo, ni cuando
han cambiado, sé que estoy por terminar una y empezar otra de estas… etapas. ¿Cómo
lo sé? Ni idea, pero que se mañana habré dado vuelta en una esquina y pisaré un
mundo desconocido. Quien sabe que cucarachas marcianas me vaya a encontrar ahí,
pero pues no hay de otra. No hay opción, este veinte, ya se acabó.
Así que pensé en escribir como me
siento. Agüitado… sí, curioso, también. Ni sé cómo, la verdad. De lo que estoy
seguro es que estoy decidido a ajustarme bien estos nuevos zapatos y a
caminarlos hasta que ya no den más. Todavía hay muchas calles que caminar,
muchas piedras que pisar y muchos pantalones que enlodar. Así que venga,
bienvenida sea nueva vida, te estoy esperando y no te tengo miedo.