Hace unos días tuve la oportunidad
de ver esta película conocida en México como La Gran Comilona, dirigida por Marco Ferreri y déjenme decirles que es
toda una experiencia.
Sin arruinar ninguna sorpresa.
Cuatro hombres se dan un encerrón en una casona para comer, tener sexo,
divertiste y liberarse de todo hasta, literalmente, morir; cada uno con su
carácter, su pasado y toda su historia detrás. Quizá una idea brillante para
algunos… o no.
En general es una película
interesante, aunque desde mi punto de vista de esas historias muy de la década
de los setentas, en la uno de entrada siente que no está sucediendo nada. Sin
embargo poco a poco las cosas van tomando sentido y termina uno clavadísimo en
la trama aunque sean las dos de la mañana. Lo que para mi es un hecho es que
forma parte de esa onda de películas setenteras que manejan el simbolismo y el
significado más allá del evidente, aunque sin llegar a ser incomprensibles. El
resultado para mi es muy interesante y divertido. Además no lo olvidemos: lo
que hacen a lo largo de toda la película es comer.
Ya hablando de esto, mis momentos
favoritos son donde aparecen ellos cocinando, preparando los ingredientes, decidiendo
que más van a tragar. Porque hay que decirlo, el hecho de decidir morir
atragantado no quiere decir que vaya uno a meterse puras cochinadas y comida
rápida (que creo que en los setentas ni existía), no! Para nada. Se trata de
disfrutar al máximo la partida… en todos los sentidos posibles. Este cuarteto
de trogloditas se preparar carnes, purés, budines, pasteles, aves, pescados, y
cosas que ni sé que son. Una de mis escenas favoritas y que creo que es la cúspide
de la película es la famosa “Tarta Andrea”. Que, aunque no quisiera arruinar la
sorpresa para quien no la ha visto, es uno de los postres que se preparar que
ya une toda la idea de la película. Me pregunto si alguien comería algo así en
la vida real.
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Y bueno, al final creo yo que se
trata de una especie de burla / crítica a la cultura europea y su hedonismo
cultivado a lo largo de los siglos. Así medio refinado, medio grotesco y medio
ocioso. Pone el dedo sobre el consumismo que ya estaba muy marcado en los
setentas, sobre las crisis existenciales, la falta de creer en algo, sobre
cualquier tipo de fractura que ocurra con uno mismo.
Definitivamente es una película
que todo cocinero debe tener en su videoteca, o al menos, verla una vez en la
vida para entender todo que podría implicar la acción de comer..