05 noviembre, 2012

Íntimas suculencias


Tratado filosófico de cocina. 
De Laura Esquivel, 1998.



Pues después de unos días alejado del blog quiero contarles sobre un pequeño libro que llegó a mis manos de manera casi fortuita y que de verdad me sacó una gran sonrisa y, porque no decirlo, hasta una que otra de esas happy tears que salen del corazón.

Se trata de un libro que llegó a mi recomendado por un compañero del trabajo. Yo nunca había escuchado nada sobre algún otro libro de Laura que no fuera el magnifico “Como agua para chocolate”, por lo que esto fue una completa revelación. 

Pues resulta que es un librito casi de bolsillo con ilustraciones bien alegres, lo que se agradece mucho en estos días, donde se han recopilado una serie de textos que Laura escribió en diferentes momentos y que giran alrededor del tema que más conoce y le apasiona, según veo: la cocina. Es tan corto y ligero de leer (aunque no por eso sin contenido) que me lo ejecuté en lo vuelos de ida y vuelta a Quintana Roo, así que hasta aplicaría para esos programas de lectura del Gobierno de la ciudad. 

Lo mejor de esta compilación de ponencias, fragmentos de libros y artículos, es que me parece que resultan una verdadera ventana a alma de Laura Esquivel, al menos en cuanto a la comida y su mundo; lo que muchos otros textos no logran por más que lo intenten. Yo creo que esto se debe a que varias de ellas son platicas o charlas que ella misma presentó en vivo. Y bueno, quien sabe si es una percepción mía pero fue como sentarse a tomar un café con ella para platicar de sus recuerdos y experiencias culinarias caseras. Esto hace que el lector apasionado de la cocina, como lo soy yo mismo, se identifique verdaderamente con algunos principios y/o anécdotas. Una joyita. 

Hubo momentos en donde me encontré plenamente absorbido y reflejado en las reflexiones sobre la cocina de los que habla Esquivel. Como en “En torno al fuego” donde, platicando un poco de sus primeros acercamientos a la cocina dice que “...en la cocina no hay tiempo perdido, más bien se recupera el tiempo perdido.”; o al hablar de que la “comida nos nutre el cuerpo, el alma, el espíritu y nos da identidad, lengua y patria” cuando se encuentra lejos de su país. Nos une y nos hace viajar, conocernos y conocer a los demás y al mundo. En fin, serían demasiadas citas para una sola reseña pero el libro esta plagado de estos pequeños flashazos de inspiración que estoy seguro que todo amante de la cocina apreciará, y que sin duda les sacará, si no una sonrisa, una lagrimita de felicidad como a mí. 

Sin duda nunca dejaré de agradecer a mi compañero Gabriel Vera que me haya prestado esta joya de la literatura culinaria, con la que queda más que claro que escribir sobre cocina no es siempre escribir recetas. 

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