08 mayo, 2015

El pecado de las cadenas internacionales


Imagínate la escena: llevas una semana en India, te hospedas en un barrio popular que no se parece a lo que anunciaban en internet ni tu hotel está tan limpio como decía booking.com. Has estado comiendo daal bhat o arroz con lentejas por días porque el chicken masala ya hizo estragos en tu sistema. El chai es delicioso pero extrañas tu americano con leche de cada mañana y no le has encontrado el encanto a los baños asiáticos, cuando a lo lejos vislumbras un anuncio que te resulta familiar: una sirena en un círculo verde y no puedes evitar sonreír, caminando hacia ella involuntariamente como si fueras un zombie. Estoy seguro que, como a muchos, te ha pasado que a lo lejos ves una gran M amarilla y piensas: "estoy hasta acá, no voy a terminar comiendo una hamburguesa doble con queso" y acto seguido estás embarrado de salsa de tomate en toda la cara. Seguro, como la mayoría de los viajeros, tienes como objetivo probar la comida local, comer lo que los locales comen y salir corriendo cada vez que ves algo que resulte remotamente familiar. Pues una cosa te digo: relájate, no tiene nada de malo entrar en ese terreno conocido, esas embajadas de casa de vez en cuando. 

Piensa una cosa: viajamos para conocer la cultura local, y a menos que viajes a una aldea del Amazonas o camines por el desierto de Atacama, entrar a un Starbucks en Perú o pedir una McTrio en Bombay no es un pecado si piensas que es también donde los locales van. Hazte a la idea de que una pequeña dosis de franquicias no acabará con tu reputación de viajero intrépido comedor de alacranes fritos. Recuerda que es parte de la experiencia gastronómica local y te da la oportunidad de ver como ligan los chamacos locales. Incluso vale la pena por el simple hecho de probar los menús de las cadenas en otros lados. Por ejemplo, yo probé hamburguesas completamente vegetarianas y flotantes de Coca-Cola con helado de vainilla en McDonalds en India y he vivido para contarlo. 



Y si no te parecen suficientes razones, piensa que generalmente las cadenas tienen WiFi gratis, baños limpios "western style", aire acondicionado y siempre puedes pedir un vaso con hielo o una botella de agua y refugiarte un rato del caos de vivir en el camino. Es más, aún cuando no me encuentro de viaje, constantemente estoy corriendo de un lado a otro de la enorme y monstruosa Ciudad de México y es frecuente que me tome un respiro en alguna cadena de café que me resulte conocida. Se me ha vuelto una costumbre y en perspectiva es genial conocer rincones cómodos y agradables en diferentes rincones de la ciudad. Ahora mismo escribo este artículo desde un sillón con un batido de moras con yogurt tamaño venti en la mesa.

Así es que no lo neguemos más, entrar a un Starbucks es como entrar a un oasis de confort y seguridad que nos hace sentir como en casa. No hace falta que lo disimules, mejor relájate. ¡Nada más no hagas que los baristas se aprendan tu nombre!

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La primera foto es la prueba de que escribo este texto desde un Starbucks. 
La segunda soy yo, terminando uno de los mejores desayunos de mi vida en un rincón de Pokhara, Nepal.



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