25 febrero, 2015

Del slow travel, downshifting y otros inventos modernos que sí me gustan.


En este mundo posmoderno la vida corre cada vez más rápido, nos cuesta más caro y todo parecería que dura menos. Las cosas, los días, se van volviendo cada vez más desechables y ya no hay tiempo para saborear el momento. Ya ni hay tiempo para el ocio y hasta parecería que la vida se nos escurre entre los dedos. Yo no sé a que se deba tal desesperación por hacer todo al mismo tiempo, por morder más de lo que se puede masticar con el afán de acabarse la manzana más pronto. Tampoco se en que momento se derramó el vaso, ni mucho menos cuál fue la gota que lo hizo. Lo que sí se, y estoy bastante seguro además, es que no estoy de acuerdo. No me gusta y no lo quiero para mí ni para los hijos que aún no tengo. Ahora trato de imaginar hacía donde irá el mundo y cómo será en diez o quince años y la mera verdad, no me gusta lo que veo. Pero tampoco sospecho una forma de detenerlo.

Sin embargo no todo está perdido. Surfeando el submundo de lo virtual, recientemente me topé con que existen movimientos como el Slow food International, el Slow movement y otros varios inventos que responden a la vorágine actual. Son una especie de oasis de la "lentitud" donde uno puede refugiarse, al menos mentalmente, de ser atropellado por la vida globalizada. La morfina del mundo que, aunque existe en muchas diversas caras, corrientes, iniciativas, movimientos y versiones, yo creo que todo va hacia el mismo lado: bajarle al acelere.

Dentro de ese universo -ahora casi infinito gracias a la (¿absurda?) idea de siempre tratar de ser diferente e indie -  de movimientos a favor de la falta de prisa, he encontrado el Slow Travel o lo que podría llamar "viajar con calma". Frecuentemente me he topado con agencias de viajes que ofrecen "Europa mágica en 12 días" o "Verano en Asia en 10 días". Y yo me pregunto ¿cómo será que las personas que contratan esos servicios piensan que conocerán todos esos países en tan poco tiempo? ¿Pensarán que de verdad van a tener la más mínima impresión de cada lugar? Afortunadamente todavía se pueden encontrar personas como John, a quien recientemente conocí. Un enorme inglés con acento americano que llevaba un mes, o quizá para estas fechas dos, viviendo en una pequeña y sencillísima pero impecable casa de huéspedes a la orilla del desierto de Thar, en Rajastán. En la casa de Badal, en un pueblo llamado Khuri, la vida es simple, el agua poca y la comida suficiente. Y no hay nada que hacer. Nada si pensamos en los estándares urbanos modernos, claro. Se puede ir a dar largas caminatas por las dunas, leer bajo el sol o echarse una siesta tras otra en la azotea de la casa en dónde no hay ni una silla. Y nadie juzga a nadie; nadie piensa que uno es el más holgazán. Eso es el maravilloso arte del Dolce Far Niente que tanto admiro de los italianos. Eso es el slow travel.


Sin embargo, al mismo tiempo pienso que este tipo de tours están hechos a la medida del esquema actual de éxito personal/profesional que tan fehacientemente tratan de inculcarnos. Esa idea prefabricada de "vida exitosa" en dónde está grabado en piedra que lo que uno debe hacer es trabajar de sol a sol, de lunes a viernes, comprarse miles de cosas que no necesita, guardarlas por siglos en los cajones, y volver a hacer espacio en las paredes para poder seguir comprando los fines de semana. La cosa es cómo escapar de ella; encontrar la manera de "no ser exitoso".

También está el downshifting. Este movimiento (si es que puede llamarse así) comenzó alrededor de la década de los ochentas en Estados Unidos y se trata de buscar restarle estres a la vida. Ahora sí que como dijo Balloo, buscar lo más vital nomás. Tratar de encontrar el balance entre el trabajo y el resto de las actividades en la vida. ¿Quién no ha babeado ante el sueño de dejarlo todo e irse a vivir a la playa? Pues esa es la muy hippie idea del downshift

En fin, si lo que buscamos es encontrar pretextos para bajarle tres rayas a la velocidad, hay de donde agarrarse. Y pues para terminar les dejo una pregunta ¿vale la pena sacrificar todo, tiempo, esfuerzo, familia, las cosas que nos llenan y nos hacen realmente felices para ganar dinero, tener más cosas que no necesitamos? Creo que no para mí. Y como dijo el gran John Muir hace más de cien años, "miles de personas agotadas, con los nervios de punta, sobre civilizadas, se están dando cuenta que ir a las montañas es volver a casa".

***

La primera fotografía representa las lecciones que la vida nos da. En este caso a escasos diez minutos de llegar a Agra, el tren se detuvo cerca de tres horas. 

La segunda fotografía es cuando nos abandonamos al slow travel y nos quedamos en Pokhara muchos más días de lo planeado, descansando, disfrutando. Aquí Diana descansando sobre el lago Phewa. 

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